Opinión: Para que la educación sea lo que debe ser, el maestro debe aportar todo lo que le corresponde
El que enseña de veras aprende al mismo tiempo de su enseñanza. Es un proceso de ida y vuelta, como un círculo virtuoso que no tiene fin. Y en definitiva se puede afirmar que el maestro y el alumno acaban siendo uno.
Cuando en estos tiempos se habla de educación formal se tiende a reducir los conceptos, como si todo fuera cuestión de esquemas, de programas y de líneas de trabajo. Se ha querido que prevalezcan los criterios dizques científicos y técnicos, en detrimento de las sustancias esencialmente humanas del fenómeno. En esto, lo que se ha dado es una especie de retroceso empobrecedor, cuyos efectos negativos están cada vez más a la vista. Y ante una situación tan cargada de peligros estructurales y de deficiencias crecientes lo que se impone es la revisión a fondo tanto de los enfoques como de las perspectivas. Habría que preguntarse de inmediato: ¿Hacia dónde va el ejercicio educativo de nuestro tiempo? Y aunque las respuestas sean variadas, según la sociedad y la latitud de que se trate, los contenidos finales son básicamente compartibles. Y el punto de mayor confluencia es el que se refiere a la creciente deshumanización que va haciéndose sentir cada vez más en la contemporaneidad. Es como si la comunicación expansiva, que difunde por doquier sus mareas tecnológicas, produjera, en contraste perturbador, un aislamiento progresivo; y esto se vive hasta en los espacios más comunes como son aquellos a los que acude la gente en sus desplazamientos cotidianos: cada quien encerrado en la pequeña pantalla de su celular o de cualquier otro aparato electrónico, como si nada de lo que está alrededor existiera. Esa tendencia al autismo social es, sin duda, una de las más peligrosas del momento presente, que de no ser superada con estrategias de renovación humanizadora podría llevar a la inviabilidad existencial de nuestro tiempo.
Puestos en este punto vemos enfrente las imágenes de aquellos seres que tienen más posibilidad de incidencia en el diario vivir de todas las personas. Ahí están los padres y los maestros. La escuela de la casa y la casa de la escuela. Enfoquémonos en este momento sobre la imagen del maestro, cuyo Día será oficialmente el próximo 22 de junio. Un maestro, en el auténtico sentido del término, es, para empezar, un constructor de conducta y al mismo tiempo un habilitador de conocimiento. Cuando el maestro, sea hombre o mujer, se posesiona íntimamente de su rol, la tarea de educar se vuelve un rito de proporciones trascendentales. El que enseña de veras aprende al mismo tiempo de su enseñanza. Es un proceso de ida y vuelta, como un círculo virtuoso que no tiene fin. Y en definitiva se puede afirmar que el maestro y el alumno acaban siendo uno.