Los 100 días que cambiaron al mundo por el COVID-19
A la 1:38 de la tarde, del 31 de diciembre, un sitio web del gobierno chino anunció que detectó una «neumonía de causa desconocida», en el área que rodea el mercado mayorista de mariscos del sur de China en Wuhan, una ciudad industrial de 11 millones de personas. Fue el inicio de una pesadilla
Una década caótica llegó a su fin. Los medios de comunicación se centraron en los eventos pasados y en sus predicciones de lo que podía pasar: Brexit, la guerra civil de Siria, las crisis de refugiados en Europa, la proliferación de las redes sociales, la evolución tecnológica, todos los temas estaban latentes y quizá se escribían muy pronto.
No fue sino hasta las últimas horas, antes de que comenzaran los brindis y las cuentas regresivas, que la tragedia más consecuente de la década salió a la superficie. A la 1:38 p.m., del 31 de diciembre, un sitio web del gobierno chino anunció que detectó una «neumonía de causa desconocida» en el área que rodea el mercado mayorista de mariscos del sur de China en Wuhan, una ciudad industrial de 11 millones de personas. Fue el inicio de una pesadilla.
Ese mismo mes, la Organización Mundial de la Salud (OMS), confirmó el brote, incluidos algunos casos de ébola en la zona de África occidental; sarampión, en el Pacífico; y fiebre del dengue, en Afganistán. Fuera de China, su descubrimiento apenas se notó.
Antes del impacto del SARS-CoV-2, los líderes de distintos países menospreciaron la enfermedad y afirmaron que tenían todo “bajo control”, aseguraron que el virus era una simple gripe y que los servicios de salud estaban preparados porque eran de calidad y se tenían los recursos suficientes, pero eso no pasó así, en realidad, ningún país estaba preparado para esta enfermedad tan grave.
Las autoridades fueron advertidas, pero nadie lo tomó en serio, hasta que El 12 de enero, China informó de la secuencia genética del nuevo coronavirus y confirmó 41 casos en ese país. La alerta mundial se disparó ese día, pero ya era demasiado tarde. El virus se expandió por el mundo, ayudado por los viajeros que llegaban de celebrar el año nuevo chino. Esa fue la bomba atómica que desató esta catástrofe. El 11 de marzo, con el virus avanzando por doquier, la OMS declara la pandemia.
En sus primeros 100 días, el COVID-19 congeló los viajes internacionales, restringió la actividad económica y encerró a la mitad de la humanidad en sus hogares, infectando a más de un millón de personas y contando, incluido un vicepresidente iraní. A mediados de abril, más de 75 mil personas habían fallecido.Sin una vacuna que proteja de este virus, la humanidad tuvo que confinarse para sobrevivir.
Una Europa devastada por el coronavirus
El primer caso de COVID-19 en Europa se detectó el 25 de enero en Francia. Un hombre de 80 años procedente de la provincia de Hubei en China, que falleció el 15 de febrero. Según reportó la BBC, de Londres, se descubrió posteriormente a otro hombre que murió en Valencia, España. La enfermedad entró en Europa de forma sigilosa.
El 21 de febrero, se informó de un gran brote en Italia y empezó una escalada mortal de casos. Attilio Fontana, el presidente de la región de Lombardía, la más rica de Italia, decidió autoimponerse una cuarentena, y, luego, todo el país en marzo tomó la misma medida de emergencia, pues la explosión de contagios fue imparable.
El día 19 de abril, se declaró que Italia era el epicentro de la pandemia. A ello se sumó Francia y Alemania, que también tuvieron un alza importante de casos . España también sufrió mortalmente llegando a más de 50 mil casos para esas fechas. Europa, hasta esta fecha, sigue devastada y con todo sus potentes sistemas de salud en colapso. La crisis sanitaria dio una vuelta de tuerca a las políticas de salud en el viejo continente.
Centroamérica, la región más vulnerable
A pesar del contagio masivo en Europa, la llegada del SARS-CoV-2 a la región fue lenta. Los vulnerables sistemas de salud, el acceso a los alimentos , a los servicios básicos y el desempleo se sumaron agudizando la crisis. Elena Poniatowska, escritora mexicana y premio Cervantes, dijo en una ocasión que: «México es un país difícil en el que ocurren cosas terroríficas», no cabe duda que Centroamérica vive la misma historia del gigante azteca, la desigualdad afecta a los estratos más bajos de la sociedad.
El primer caso de coronavirus en esta región se reportó el 6 de marzo en Costa Rica; y el 9 de marzo, en Panamá. Siguió Honduras con dos casos de COVID-19 el 11 de ese mes y, al día siguiente, el Gobierno salvadoreño decidió aislar al país completo. El primer paciente de SARS-CoV-2 en El Salvador se confirmó el 19 de marzo, luego, se detectó que Guatemala, Nicaragua y Belice iban encontrando infectados. Centroamérica estaba contagiada y no había más que hacerle frente y luchar con esta enfermedad, que se sumó a la escalada de casos de Dengue y Zika.
Otro aspecto importante, y que golpeó el suelo centroamericano es el tema de los inmigrantes. Algunas medidas adoptadas por los Gobiernos de América Central para contener la propagación de la pandemia afectaron desproporcionadamente a los refugiados y desplazados. La oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos informó que los cierres de fronteras provocaron que un gran número de personas, entre ellas niños y adultos mayores, se hayan quedado atrapados en lugares fronterizos. Para la región, el virus no solo golpeó sanitariamete, sino que evidenció con más claridad los demás problemas con los que se lucha diariamente como la pobreza, la exclusión, los débiles sistemas educativos y de salud.
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