Hacia una competencia escolar más justa e imparcial desde la perspectiva docente
Pamela Nieto, académica y experta en comunicación y periodismo, asevera que para superar el fracaso escolar en circunstancias difíciles, se debe potenciar la relación docente-alumno para evitar las desigualdades académicas en los centros escolares públicos y privados del país
Por Pamela Nieto
La justicia y la imparcialidad son parte indisoluble de la competencia escolar que promueven los profesores en las diferentes aulas de las escuelas del mundo. No obstante, algunos salones de clases muestran realidades sociales, culturales y psicológicas que inciden en el desempeño de los alumnos, por lo que se motiva a clasificar a los estudiantes como fuertes o débiles y a docentes como eficientes o ineficientes, incluso como inexpertos. Los primeros se enfrentan a un proceso selectivo basado en la meritocracia y los segundos, según Pascarella y Terenzeni (2009), son agentes socializadores en los centros de estudio y el interés de ellos en el desempeño de los alumnos influye en el éxito o fracaso escolar.
Se entenderá por eficiencia del docente lo relacionado con el cumplimiento adecuado de sus funciones, mientras que la experiencia se asocia con su capacidad para compartir conocimiento. Por tanto, la competencia escolar justa e imparcial puede verse afectada en detrimento de los menos aventajados cuando la ineficiencia e inexperiencia de los docentes ocurre en el campo educativo. Existen tres grandes ideas que apoyan lo anterior. En primer lugar, hay experiencias y buenas prácticas que reflejan la relación directamente proporcional que existe entre los docentes eficientes y los ambientes escolares más equitativos. En segundo lugar, los profesores que trabajan con eficiencia promueven un sistema de igualdad escolar, en el que todos los alumnos tienen oportunidades y con ello son capaces de transformar sus entornos. En tercer lugar, se observa que docentes con menos experiencia son asignados con mayor frecuencia a la educación de los centros escolares que concentran a los más débiles.
Aunque no se discute que la figura del docente es solo uno de varios actores relevantes en la ejecución de un arbitraje escolar equitativo a favor de los estudiantes, sí es cierto que si los profesores poseen una práctica docente más eficiente tienen la cualidad de ser más equitativos. Es decir, se tendría la habilidad de generar oportunidades para todos los alumnos sin perjuicio de ninguno. Algunos estudios confirman la importancia del maestro en la construcción de la equidad, principalmente para los desfavorecidos. Por ejemplo, Felouzis y Perroton (2005) propusieron cambiar los horarios de los profesores que tienen menos horas de enseñanza por más horas de presencia en el establecimiento educativo, con el objetivo de ofrecer a todos los alumnos una cultura común y el nivel escolar indispensable para una integración social y económica. Se afirma que la presencia del docente es básica para fortalecer la equidad en el campo educativo, solo visible a través de buenas prácticas que fomenten una sana cultura escolar. Lo anterior tiene a su vez como consecuencia una mayor motivación por parte de los alumnos, quienes se vuelven capaces de transformar los conocimientos adquiridos para alcanzar sus metas y no solo para pasar un grado u obtener un título.
Otro ejemplo es el modelo de Comunidades de Aprendizaje promovidas por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y creadas con el objetivo de superar el fracaso escolar en circunstancias difíciles, así como para potenciar la relación entre maestros y alumnos como factor de éxito. Puntualmente, Dubet (2005) afirma que sistemas educativos eficientes reflejan una menor diferencia de resultados entre los mejores estudiantes y los débiles, entre los que resaltan los sistemas de países como Finlandia, Corea, Japón y Nueva Zelanda.
Algunos pueden considerar que el papel del docente en medio de la desigualdad social que ciertas escuelas viven, sobretodo las públicas, no suma en nada al fortalecimiento de la equidad en la competencia escolar a la que se enfrentan los alumnos que ven escasas sus posibilidades de progresar. Sin embargo, se debe valorar que a través de ciertas acciones los profesores sí pueden repercutir en la generación de oportunidades en la vida de alumnos catalogados como débiles. De tal manera que se corre el riesgo de que los docentes que carecen de eficiencia disminuyan las oportunidades de los alumnos menos favorecidos, incluso podrían generar desigualdades escolares.
Por un lado, el docente poco eficiente tiene una tendencia a agrupar a los estudiantes más débiles. En consecuencia, se acentúan las debilidades que ellos tienen y se jerarquiza al grupo de individuos, lo que ofrece más oportunidad a los mejores alumnos como un efecto de creer que la meritocracia es esencial. Por otro lado, ante los prejuicios sobre los alumnos débiles, en cuanto a que presentan más dificultades internas y externas para aprender, los docentes ineficientes acentúan más esas diferencias al jerarquizarlos. A pesar de que estos profesores digan que creen en la igualdad de oportunidades, a la hora de fungir tienden a separar a los alumnos y con ello minimizan el poder transformador que el proceso educativo debería tener en la vida de los menos favorecidos.
Si bien es cierto que países de todo el mundo buscan garantizar una educación equitativa y de calidad para promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos, el magisterio incluido, también es cierto que la realidad que viven muchos docentes con respecto a su nivel de experiencia o de competencia no se encuentra en sintonía con el concepto de educación equitativa. Desde esta perspectiva, los profesores menos experimentados con frecuencia son asignados para educar a grupos en los que se concentran a los más débiles. Se debe tener en cuenta que los bajos salarios en centros escolares con altos índices de desigualdad social inciden en el proceso de contratación, de modo que se emplean profesores con poca experiencia para educar a los alumnos menos aventajados. Asimismo, frecuentemente los profesores asignados para educar a estos grupos poseen menos experiencia y capacidad pedagógica, sin la posibilidad de que los centros educativos o los mismos maestros cuenten con suficientes recursos para facilitar su labor de enseñanza. Por ejemplo, Dubet (2005) menciona que suele ocurrir que en la mayoría de universidades, los primeros ciclos están en manos de docentes más jóvenes, precarios y menos experimentados. Los recursos limitados y las pocas posibilidades de capacitación contribuyen a que en los centros educativos en donde hay más estudiantes débiles, no se cuente con un cuerpo docente fortalecido y preparado para aminorar importantes brechas que permitirían dar a cada quien lo que merece.
En suma, es urgente que en los centros educativos predominen docentes eficientes que acumulen cada día más experiencia en la promoción de una real igualdad de oportunidades entre el estudiantado. En esa línea, el docente debe tener la capacidad de moderar la competencia escolar sin menoscabo de nadie y dar vida al concepto de educación equitativa desde tres puntos de vista. Primero, el profesor eficiente no jerarquiza, sino que logra la equidad escolar a través de un ejercicio de la función docente cuyo fin principal sea que las diferencias entre los mejores y los más débiles sean cada vez menos. Esto hace que la educación adquiera un componente transformador en la vida de todos, de sociedades completas. Segundo, el docente eficiente no divide: al contrario, se une y hace equipo con todos los actores que forman parte del proceso educativo, reduce las desigualdades escolares provocadas por la meritocracia y algunos prejuicios erróneos sobre los débiles. Tercero, el profesor eficiente debe ser dotado de los recursos necesarios para ejecutar sus labores de enseñanza. No se le puede pedir equidad y justicia a alguien que no ha vivido estos conceptos. En consecuencia, es vital proporcionar al magisterio las mejores condiciones en todos los aspectos: inclusive financieros y pedagógicos, entre otros. Analizar la competencia escolar tiene varias aristas y perspectivas, pero sin duda la función docente juega un papel muy importante en la construcción de una educación cada vez más equitativa y el presente artículo pretende contribuir a ello.
Referencias
Dubet, F. (2005). La Escuela de las Oportunidades ¿Qué es una escuela justa? Barcelona, España: Gedisa.
Ernest Pascarella, P. T. How college affects students: Finding and insights from twenty years of research. Jossey – Bass , 2.
Georges Felouzis, J. P. (diciembre de 2005). Exclusión y racismo en el sistema educativo francés. Le Monde Diplomatique .
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