Ciudadanos profesionales
El 27 de junio de 1997 tuve una de mis más gratas experiencias. Ese día, en la Universidad Dr. José Matías Delgado, culminaba mi carrera en las ciencias jurídicas; al menos mi primera etapa.
Durante el desarrollo del acto de graduación en mi querida alma mater, tuve la oportunidad de dirigir unas breves palabras, las que en lo que me interesa destacar, decían: “Ahora estamos acá, con el convencimiento del papel que como profesionales estamos llamados a desempeñar en esta nueva sociedad que aún no se acostumbra a vivir en paz y que requiere de profesionales comprometidos en impulsar el desarrollo de nuestro país, orientando en forma activa a nuestros dirigentes de turno en la formulación e implementación de políticas que beneficien al país en general. Para ello, y tal como bien lo señalara una columnista de un periódico local, “el compromiso del profesional, ya no puede apuntar exclusivamente a satisfacer anhelos personales, conviene que cobre conciencia de su misión en la constitución de una sociedad moderna y justa”. Bajo ese concepto, aportan mucho las palabras del Dr. Abelardo Torrens cuando decía que “de esta profesión puede hacerse un noble apostolado, como un repudiable comercio”; sabemos que la decisión es nuestra”.
21 años después, sigo pensando lo mismo. No comulgo con la idea de que el ejercicio liberal de la profesión es excluyente del rol ciudadano. Un rol que bien entendido significa mucho más que preocuparse por los problemas del país, mucho más que criticar y muchísimo más que pensar que con hacer bien el trabajo profesional, ya se hace suficiente.
Estoy convencido de que la despreocupación y comodidad que en los últimos años ha mostrado nuestro gremio, ha pesado significativamente en que no logremos salir de problemas que tuvieron que haberse superado hace décadas.
Dedicarse al ejercicio liberal de la profesión implica, desde luego, la búsqueda incansable por representar de la mejor manera los legítimos intereses de nuestros clientes. Esto, a su vez, conlleva una constante preparación y actualización, un estricto apego a la legalidad y una fiel observancia de patrones éticos que no pueden sacrificarse en procura de los intereses de nuestros representados.
Pero lo anterior desde ningún punto de vista significa que, en ese afán, van a menospreciarse objetivos mucho más trascendentales como la construcción de una sociedad más democrática, moderna y justa. No se puede ejercer bien la profesión si mostramos una actitud displicente hacia los problemas de la sociedad en la que ejercemos.
Yo encuentro contradictorio defender con ahínco los intereses de un cliente, y a la vez hacerme el desentendido ante los abusos de poder, el oscurantismo en la gestión pública, la corrupción, el despilfarro, la falta de independencia judicial, la ineficiencia gubernamental, el irrespeto a la institucionalidad y tantos otros problemas que tienen incidencia directa en el ejercicio de nuestra profesión.
Me refiero a la profesión que conozco, pero estoy seguro que lo mismo acontece en las demás; al menos eso es lo que tristemente se ve en nuestro país en estos días. ¿Quién ha dicho que un buen médico o ingeniero no debe ocuparse de la política por ejemplo? ¿Desde cuándo se trata de ocupaciones excluyentes?
Somos pocos los que en nuestro país tenemos el privilegio de contar con una profesión. Y si bien es cierto es totalmente esperable y loable, que hagamos un esfuerzo por aplicar los conocimientos adquiridos en la búsqueda de nuestras metas personales y familiares, también es cierto que no nos podemos quedar hasta ahí; eso sería egoísmo puro en las circunstancias actuales.
Reconozco que hay quienes no quieren involucrarse por temor a que ello genere un costo profesional; pero es que su falta de involucramiento ya lo ha generado y aún más. Nuestra displicencia tiene un alto nivel de culpabilidad en el hecho de que tengamos menos actividad productiva, menos empleos, menos inversiones, menos negocios que atender, menos empresas que representar, menos diferencias que solucionar.
Los problemas de nuestro país nos golpean en la cara, nos afecta en nuestras legítimas expectativas, afectan a nuestros clientes y a todos los que nos rodean; pero seguimos pensando que desde la comodidad de nuestros despachos veremos cómo otros los resuelven. Yo opino que no es así; por eso seguiré practicando mi profesión y tratando de ser ciudadano.
Doctor en Derecho, abogado
y docente universitario
Fuente: https://www.elsalvador.com/opinion/editoriales/566427/ciudadanos-profesionales/