CICH El Salvador: COVID-19 y perspectivas económicas
El COVID-19 como fenómeno epidemiológico está impactando en la vida de diversos sectores, generando un posible cambio que deje huella significativa y profunda. Estamos ante la gran crisis del siglo XXI, y ésta comienza a transformar la realidad doméstica, social, cultural, política y económica. Asimismo, se desarrollan serios desequilibrios y conflictos.
El aislamiento y las cuarentenas aplicadas para lograr el aislamiento que corte el contagio comienzan a deteriorar el bienestar psicológico de los ciudadanos, el comercio informal y la microeconomía, lo que podría modificar el paisaje sociológico contemporáneo.
En estas reflexiones que presentamos desde el CICH apuntamos ideas claves desde la perspectiva científica, ideas necesarias y fundamentales para abordar y sobreponernos a la crisis, y sobre todo una reflexión para recuperar la anhelada normalización.
Resumen
La pandemia del Covid -19 ha trastornado las perspectivas socioeconómicas del mundo, en particular el tercer mundo, incluyendo El Salvador. La respuesta en los ámbitos sanitario y económico difiere entre países del centro y la periferia. En el proceso, ocurre el denominado baile de los billones, y se desechan algunas políticas económicas de fuerte arraigo y se sustituyen por otras que fueron ignoradas, en particular las derivadas de la Teoría Monetaria Moderna. Se examina especialmente la acción fiscal entre países avanzados, EE. UU. y la Unión Europea, para establecer algunas diferencias entre estos y el caso salvadoreño a partir del concepto de soberanía monetaria. Se encuentra que la falta de una moneda propia en El Salvador y la falta de un monto importante de recursos se erigen como los obstáculos más serios para la recuperación.
Autor: Mauricio González Orellana Lic. en Economía
Investigador del Centro de Investigaciones en Ciencias y Humanidades (CICH)
Las perspectivas no son buenas. Se puede pensar en un alivio, pero aun esto sería difícil. Resulta que la economía salvadoreña tiene características que complican a un grado mucho mayor el combate a las consecuencias económicas del COVID-19, o C19 en adelante. A continuación se considera el siguiente hilo:
1) el baile de los billones y la reivindicación de la economía heterodoxa,
Con un estupor que no es mayor porque ya se hizo antes, el mundo toma nota de que los recursos que se emplearán para aliviar el desastre económico producido por el C19, ya no se cuentan por millones sino por billones, como sucedió en la Gran Recesión (GR) de 2008/2009, cuando la Reserva Federal de EE. UU., su banco central, desembolsó varios billones (1 billón = 1 millón de millones) de dólares para atenuar los efectos de la GR; su ejemplo fue seguido sin chistar por otros países como Reino Unido, Japón, la UE y China, si bien a escala menor. A veces se ha denominado a este conjunto de acciones como el “baile de los billones”.
Al respecto, muchos observadores, en particular los partidarios de la llamada economía convencional –con su énfasis en inflación y déficit fiscal bajos como sinónimo de estabilidad macroeconómica–, expresaron su preocupación en cuanto a la magnitud que podrían alcanzar los déficits fiscales y las deudas externas, así como los niveles de inflación, que para muchos llegarían a ser verdaderos procesos de hiperinflación. Y claro, los déficits fiscales subieron y los niveles de deuda también, pero los niveles de inflación no se dispararon, para asombro de muchos economistas convencionales.
Entonces ¿por qué no se cumplieron las predicciones de la economía convencional?
La respuesta es, según los economistas heterodoxos –para quienes, brevemente, es importante la estabilidad macro al igual que para los convencionales, pero que hasta cierto grado al menos, la subordinan ante los objetivos del pleno empleo y el crecimiento inclusivo–, que para países cuya moneda es aceptada internacionalmente, el gasto público no es inflacionario, siempre que haya recursos ociosos en la economía, en particular, trabajadores desempleados.
De los países que cumplen esta condición se dice que tienen “soberanía monetaria”, en el contexto de la llamada Teoría Monetaria Moderna, TMM.1 De hecho, los heterodoxos sostienen que el mantenimiento de los niveles inflacionarios en los países que bailaron el baile de los billones es una prueba de la veracidad de sus predicciones; al mismo tiempo que prueban lo incorrecto de las predicciones de los modelos convencionales, y su incapacidad para servir de guía en la formulación de medidas que sean efectivas.
En particular, la inflación baja ante el gasto billonario, lo ven como una reivindicación de sus prescripciones de política y un rechazo ante sus adversarios de la economía convencional, quienes en algún momento han calificado sus puntos de vista como una “receta para el desastre”.
2) La TMM en EE. UU., Reino Unido y Japón vis à vis la UE
Hay diferencias en la aplicación de la TMM entre estos países y la Unión Europea, y estas ilustran las dificultades que para El Salvador puede significar la replicación de estas medidas para enfrentar el C19. En el caso de EE. UU. (así como en Reino Unido y Japón), la Fed, después de ser instruida por el Congreso, sencillamente acredita o establece apretando el botón de una computadora (o imprimiendo los billetes que hagan falta, cosa que solo un banco central puede hacer), un saldo a favor del Gobierno por el monto que sea necesario; ya lo hizo por algo más de $ 2 billones entre las primeras medidas contra los efectos del C19; y luego el Gobierno paga los gastos aprobados girando notas de pago contra esta cuenta.
En general, la acreditación sigue a una compra por la Fedde bonos emitidos por el Tesoro, pero, sostienen los partidarios de la TMM, esto no es necesario, porque como resultado de su soberanía monetaria, nadie rehusará los dólares con que se paguen los gastos del Gobierno ni preguntará por el respaldo que tienen; su aceptación es universal.
En otras palabras, el gasto público no tiene que realizarse a partir de un aumento de la deuda, es decir, la emisión de bonos del Tesoro.
La Fed podría hacer los pagos del Gobierno sin necesidad de comprar deuda. Tal normativa es innecesaria y su origen puede vincularse a la macro convencional. Con algunos cambios explicados por aspectos locales, lo que se ha dicho de EE. UU. puede decirse también de Reino Unido y Japón. En el caso de Japón incluso la emisión de deuda es de un 230% de su PIB, muy por encima de la de EE. UU., que rondará un 130% de su PIB en 2020. Como se sabe, estos niveles de deuda no han desatado ningún proceso inflacionario en estos países.
Por otro lado, al aumentar los saldos a favor del Gobierno, los oficiales de la Fed no preguntan a nadie si hay ingresos tributarios o un aumento de deuda que sirvan de respaldo para esta acreditación. De hecho, un ex jefe de la Fed, Ben Bernanke, ante la pregunta de cuál sería la fuente de los recursos para los billones para atender el impacto de la GR dijo “no es dinero de impuestos”.
Este proceso es el que se llama “creación de dinero”: el banco central “crea” dinero cuando concede préstamos o abre líneas de crédito. Lo mismo hacen los bancos comerciales cuando abren una cuenta a favor de un cliente. Las repercusiones con el exterior ante la emisión de billones de dólares no son importantes cuando el país tiene “soberanía monetaria”, porque su moneda suele ser de aceptación universal.
Un proceso parecido se llevó a cabo en la Unión Europea para la GR, cuando algunos de sus miembros emitieron deuda que fue comprada por el Banco Central Europeo, BCE, en las cantidades “que sean necesarias”, según la célebre frase del expresidente del BCE, Mario Draghi, calmando así los temores de algunos miembros de la Unión Europea de que tuvieran que emitir deuda y pagar intereses elevados por los también elevados riesgo-país del momento. En realidad, cuando el BCE anunció que compraría las emisiones nacionales de los países miembros de la UE, los riesgo-país disminuyeron notablemente, y los Gobiernos dispusieron de los recursos que necesitaban.
Nótese que los países de la UE no pueden emitir deuda en moneda nacional porque su moneda es el euro, que solo es emitido por el BCE. Por esto, a menos que el BCE sea facultado para hacer disponibles los recursos para combatir los efectos del C19, “en las cantidades que sean necesarias”, los países de la UE tendrían serias dificultades para hacerse cargo aisladamente de este problema, con la importante excepción de Alemania, donde, de todos modos, ha sido necesario hacer a un lado ciertos preceptos constitucionales para emitir deuda en montos superiores a los permitidos. De hecho, cierta normativa propia de la UE dificulta la realización de estos procedimientos, y al igual que en EE. UU., no sería necesaria la emisión de deuda para que el BCE “apriete el botón” que acredite los saldos requeridos por cada país.
3. El caso de El Salvador
Una manera de apreciar lo triste del caso salvadoreño es la de recordar que los países de la UE han conformado lo que se conoce como una Unión Monetaria, UM, por la cual los países miembros acuerdan renunciar a sus monedas nacionales y adoptar una moneda común, en este caso el euro, que solo es emitido por el banco central de la UM, que es el BCE. Esto, después que se ha logrado a un grado suficiente la vigencia de las cuatro libertades fundamentales de la integración económica: el libre movimiento entre los países de bienes, servicios, trabajadores y capitales.
En el caso de El Salvador, no se dispone de una moneda propia internacionalmente reconocida que pueda ser emitida a voluntad para financiar el gasto de la recuperación económica. Aunque se considera al dólar estadounidense como una moneda de curso legal, esto no ha sido el resultado de un proceso por el que EE. UU. y El Salvador acuerdan conformar una UM como en el caso de la UE; y si bien el dólar circula legalmente, este solo puede ser emitido por la Fed, no por el Banco Central de Reserva de El Salvador.
Siendo un país pequeño, El Salvador tendrá muchas dificultades para obtener recursos en cantidades que ofrezcan una seguridad razonable de que se recuperarán los niveles de actividad y empleo en un período corto que permita prevenir cualquier tendencia hacia más actos delictivos u otras formas de malestar social.
En realidad, una solución a estos problemas no puede verse a menos que primero el país disponga de una moneda propia, de forma que aunque de manera limitada, el país pueda pagar con su propia moneda los gastos de la recuperación. Aun esta posibilidad no se presenta exenta de obstáculos, especialmente los relacionados con el sector externo.
Desde luego, este es un problema que sacude al tercer mundo y mucho dependerá de la solidaridad que al mundo en desarrollo estén dispuestos a mostrar los países ricos. Varias voces se han alzado a favor de una solución de esta clase para países como el nuestro, dados la magnitud del problema y la escasez de opciones y recursos para enfrentarlo.
El C19 ha puesto de manifiesto una dificultad de El Salvador, que no la padece la inmensa mayoría de países en desarrollo: la carencia de una moneda propia. En efecto, la dolarización complica las opciones del país para encarar el C19 de una manera adicional que no es compartida excepto por unos cuantos países, como Ecuador y Panamá, que de todos modos disponen de recursos propios provenientes de las rentas del petróleo y del canal, respectivamente.
El Salvador, como prácticamente todos los países en desarrollo, se encuentra pasando por una de las peores crisis de su historia. Las autoridades se dedican ahora a la obtención de, si es posible, hasta alrededor de $ 5.000 millones de deuda para enfrentar el problema.
Mientras para algunos países un fuerte aumento del endeudamiento no es un problema mayúsculo como se ha explicado, para El Salvador sí lo es, porque el pago de la misma en el tiempo se ha de constituir en una fuerte restricción al crecimiento. La deuda externa aumentaría en 50% de un año para otro.
Entonces, a menos que se disponga de una moneda propia, las posibilidades de una recuperación son muy inciertas. Sin embargo, semejante paso debe darse para que haya un mínimo de posibilidades para la normalización, que a su vez permita en el mediano y largo plazos aplicar una estrategia para el logro de un crecimiento inclusivo.