¡Arriesgándonos a innovar nuestras clases con la tecnología!
Los docentes debemos capitalizar nuestra experiencia con las clases en línea y sacar provecho de nuestras posibles equivocaciones, traducirlas en puntos de mejora para seguir instruyendo sobre las estrategias de aprendizaje electrónico
Por Silvia Callejas, coordinadora académica de la Escuela de Ciencias de la Comunicación
Miedo, una palabra que a casi nadie le gusta expresar y un sentimiento que tampoco agrada reconocer cuando se siente. En medio de la pandemia provocada por el Covid-19, este sentimiento parece que se ha incrementado en diferentes áreas: muchas personas a escala mundial tienen miedo de perder sus empleos, miedo de no saber cuándo volverán a ver a sus familiares, miedo por desconocer si sus vidas serán las mismas, las de antes del aparecimiento de este virus; incluso, miedo de adaptarse totalmente a la educación en línea. En fin, una serie de inseguridades ocasionadas, en parte, desde que esta enfermedad apareció y cambió nuestros estilos de vida.
Frente a este escenario, muchos profesionales entre ellos los docentes nos zambullimos de golpe en la virtualidad de las clases, tomando el reto de aprender lo más rápido posible el uso de plataformas y aplicaciones para seguir enseñando y fomentar la comunicación con los estudiantes. Como en todo, en un inicio hubo tropiezos, fallas, pues es difícil cambiar el chip de golpe y dejar una práctica totalmente presencial para pasar a una nueva, la modalidad en línea.
Cuatro semanas han pasado de esa primera etapa que nos lanzó a investigar por nuestra cuenta, con la ayuda de algún compañero o familiar, sobre el uso de las herramientas tecnológicas, sacamos adelante los temas programados para esas fechas y llegamos a la realización de los segundos parciales. Ahora bien, ¿qué sigue después?
Desde mi punto de vista, el momento en el que nos encontramos requiere de mucha reflexión sobre la labor que hicimos en el periodo anterior. Esto significa revisar las estrategias metodológicas que mejor se adaptaron a la naturaleza de cada asignatura, analizar la respuesta brindada por los estudiantes, es decir, reconocer qué actividades han funcionado, si se ha mantenido la comunicación necesaria con ellos; promover la retroalimentación con los demás docentes, incluso contactar a quienes imparten las mismas clases para discutir los resultados, acompañarnos unos a otros y, también, planear en conjunto.
Por otra parte, algo que considero muy importante es seguir en la búsqueda de formas para mejorar la adecuación de nuestras clases en la modalidad virtual, es decir, continuar con el ímpetu que iniciamos para atrevernos a hacer y probar nuevas cosas, con la idea de combinar actividades sincrónicas y asincrónicas con los estudiantes. Esta es la oportunidad para arriesgarnos y dejar afuera el temor de experimentar, asimilar que podremos equivocarnos en este nuevo camino, teniendo la seguridad que somos varios los que estamos en el mismo barco. Sobre la equivocación en el proceso de enseñanza y aprendizaje Sir Ken Robinson, educador británico y crítico del sistema educativo actual, afirma que: “si no estás preparado para equivocarte nunca llegarás a algo original”. Esto significa que, en estos momentos debemos capitalizar nuestra experiencia, sacar provecho de nuestras posibles equivocaciones, traducirlas en puntos de mejora para seguir aprendiendo. Un proceso que sobrellevaremos mejor en conjunto, es decir, escuchándonos, trabajando aún más en equipo, compartiendo sobre nuestros resultados y dejando de lado la vergüenza para pedir colaboración para encontrar, entre varios, la respuesta a un inconveniente.
Los retos de la educación en línea no solo giran en torno al uso de la tecnología, sino también en la actitud que como docentes generemos. Esto es básico para que nuestra mirada se abra a nuevas posibilidades, que fortalezca nuestro deseo de aprendizaje continuo y promueva aún más nuestra creatividad para la entrega de clases, con el fin de seguir disfrutando algo que muchos de nosotros tenemos años de estar haciendo: enseñar, compartir buena parte de nuestro conocimiento con los estudiantes. Experiencia que debe seguir siendo combinada con el entusiasmo y frescura de los catedráticos más jóvenes quienes, por cierto, pueden ofrecer una mano para apoyar en el aprendizaje del uso de herramientas tecnológicas y compartir ideas novedosas sobre el desarrollo de nuestras clases.
Por tanto, es cierto que el aparecimiento del Covid-19 permitió que la educación en línea entrara de golpe a nuestro sistema educativo, pero también es cierto que toda situación de crisis es propicia para extraer nuevas oportunidades y la nuestra es vencer el miedo a seguir innovando con los recursos que poseemos. Ejemplo de ello es un recuerdo que tengo de cuando cursé la asignatura de Fotografía con el Lic. Ernesto Tejada, quien, con charolas de cocina, papel de aluminio, focos, regletas, papel celofán y otros enseres domésticos, nos enseñaba a cómo manejar la luz, crear efectos de filtro e incluso construir nuestro propio estudio fotográfico en casa, logrando que los resultados fueran increíbles cuando se revelaban las fotografías.
A través de la anécdota mencionada, se puede observar que, con una actitud positiva, alta dosis de creatividad, confianza y trabajo colaborativo (porque mi familia siempre se involucraba en la creación de una de mis fotos) el proceso de enseñanza y aprendizaje puede ser más sencillo y agradable. Lo mismo se puede aplicar en la educación en línea donde muchas veces vale más el deseo de innovar sobre un alto conocimiento tecnológico. Que el miedo general que circula en la atmósfera no llegue sobre nosotros de ninguna manera, evitemos que limite nuestra creatividad, entusiasmo y si este llega a aparecer, pidamos ayuda para que nuestra labor siga adelante. Debemos recordar que somos un equipo conformado por 82 profesionales, que estamos a un solo clic para apoyarnos, continuar y mejorar nuestra labor.
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