Psicología del espacio: ¿Cómo impactan los interiores en nuestro comportamiento?
Al desarrollar gran parte de nuestras actividades –y vidas- en interiores, los espacios que habitamos adquieren un papel muy relevante en lo que respecta a nuestra percepción, repercutiendo notablemente en nuestro comportamiento psicológico. La psicología ambiental o la psicología del espacio es, de hecho, resultado de la interacción entre las personas y los espacios que habitan. La iluminación, los colores, la configuración, la escala, las proporciones, la acústica y los materiales interactúan con el individuo a través de sus sentidos y generan en el mismo un variado espectro de sentimientos y experiencias.
Escrito por Christele Harrouk | Traducido por Belén Maiztegui
Desde inducir sentimientos de calidez, seguridad y bienestar hasta crear ambientes de trabajo positivos y eficientes, el espacio puede tener un gran impacto en la forma en la que actuamos o sentimos; por lo tanto, el diseño puede ser un gran aliado siempre y cuando se consideren las necesidades sociales y psicológicas de los ocupantes.
La psicología del espacio es, según Dave Alan Kopec -especialista en la materia y profesor de la Nueva Escuela de Arquitectura y Diseño de San Diego- “el estudio de las relaciones y comportamientos humanos en relación a su contexto, en entornos construidos y naturales”. Con un impacto directo en el subconsciente y contribuyendo al desarrollo de emociones mediante la percepción y el procesamiento de las geometrías del espacio, el diseño interior se convirtió en un valor fundamental del campo psicológico. Aunque no es la única cuestión involucrada, el espacio interior posee un gran peso, y es responsabilidad del arquitecto incorporar estas ideas y herramientas para materializar soluciones tangibles a sus usuarios.
En las últimas décadas, el incremento de la relevancia otorgada a los aspectos funcionales de la arquitectura comenzó a generar que los espacios tendiesen a ser un mero reflejo del programa que contenían. La gente se apilaba en cajas para producir y alimentar a una sociedad orientada al consumo. De hecho, esta simple idea de “individuos amontonados” tuvo sus inicios con la revolución industrial, cuando numerosas personas migraron a ciudades no preparadas para ser habitadas masivamente. Así fue como los planos de las casas regulares se segmentaron para acomodar al mayor número posible de recién llegados. Las casas y los trabajos se orientaron hacia la producción veloz. El uso del espacio y la comprensión psicológica detrás de él vino recién en el futuro.
Nota completa: Archadaily
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