Monseñor Óscar Arnulfo Romero: de comunicador a ser un santo sin fronteras religiosas ni ideológicas
Monseñor Óscar Arnulfo Romero ya es santo. Su canonización trajo esperanza y regocijo a los salvadoreños que, desde hace 38 años, esperaban el reconocimiento de su martirio. Mira la muestra de productos periodísticos tras el célebre evento religioso.
Una producción televisiva de Monseñor Romero hecho por la Sede del Vaticano
Por Diandra Mejía (texto) y Germán Adriano Hernández (reportaje televisivo)
Hablar de la vida de Óscar Arnulfo Romero conlleva acercarse a un período conflictivo en la historia de El Salvador y de América Latina. Romero tuvo un carácter tímido y reservado, pero profesó el amor por el hombre pobre, al criticar la violencia de militares y guerrilleros en la sociedad civil. Claro, sus denuncias constantes le acarrió la etiqueta de cura comunista.
Su muerte por “odio a la fe”, según reveló el Papa Francisco, en 2015, lo convirtió en mártir, allanando su camino hacia la beatificación y luego a su canonización.
Martirio: un comunicador nato asesinado a sangre fría
“Puede decir usted, si llegan a matarme, que perdono y bendigo a aquellos que lo hagan. De esta manera se convencerán que pierden su tiempo. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el Pueblo, nunca perecerá”. Monseñor Oscar Arnulfo Romero
La Asociación Católica Mundial para la Comunicación (SIGNIS), en colaboración con el Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede, convocó en Roma a periodistas, comunicadores y estudiantes de comunicación para reflexionar sobre la defensa de la verdad que hizo Monseñor Óscar Arnulfo Romero. El recuento del asesinato del ahora santo fue relatado entre los presentes.
El 24 de marzo de 1980, Monseñor Óscar Arnulfo Romero fue asesinado por un escuadrón armado mientras oficiaba misa en la capilla del hospital de cáncer Divina Providencia de San Salvador, en los días previos al estallido de la guerra civil salvadoreña (1980-1992).
Todo pareció fríamente calculado. Romero falleció durante la eucaristía, el momento más sagrado del rito religioso. Sus últimas palabras hicieron eco y todavía seguirán recordándose. Su muerte marcó no solo a los que fueron testigos oculares de su martirio, sino a toda la feligresía católica que dio inicia a la búsqueda de la verdad.
“Que este cuerpo inmolado y esta sangre sacrificada por los hombres nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo, no para sí, sino para dar conceptos de justicia y de paz a nuestro pueblo. Unámonos pues, íntimamente en fe y esperanza a este momento de oración por Doña Sarita y por nosotros”. (Sonó el disparo)